Luis tiene 84 años, está lúcido, todavía maneja, es ingeniero mecánico retirado. Vive a una cuadra de su única hija Gabriela, que convive con su nieto más chico Benjamín. Sus otros dos nietos, Luciano, de 24 años, y Rocco, de 19, viven solos en un radio de distancia de seis cuadras. Lanusita -Lanús Oeste en Argentina- es su zona de influencia. Ahí está él, en su parrilla favorita del barrio, llamando por teléfono a su hija, intranquilo por la fiebre de su nieto.

«¿Estás en la parrilla? Bueno, esperame, saco a los perros y voy con Benja”, le dijo Gabriela. El plan era ir con su hijo porque desde el jueves le restringía a su papá el acceso a su casa para prevenir un posible contagio.

Se cambiaron y caminaron la cuadra que separa su casa de la parrilla. “Yo me quedo con el abuelo”, acordó su hijo. Gabriela saludó a Luis de lejos, siguió su paseo con los perros. Regresaría treinta minutos después.

Nicolas Ieraci, periodista, diseñador gráfico, fotógrafo aficionado y filmmaker, almorzaba mesas al lado. En algún momento, vio cómo un nieto y un abuelo charlaban y se miraban a los ojos. Era la única mesa del restaurante en la que no había celulares. Con el suyo, retrató el gesto tierno y la mirada atenta de dos personas que se llevan 74 años de diferencia. A las 13:48 del domingo 7 de agosto de 2022, publicó la imagen en Twitter con una leyenda: “Disfrútalo pibe, disfrútalo mucho. Es el mejor momento de tu vida”.

Al día siguiente una amiga de Gabriela le contó que en Twitter circulaba una foto de su papá y de su hijo almorzando. La viralización de la imagen la conmovió más que la foto en sí: no le sorprendió, identificó esa conexión en ese instante de intimidad.

“Él es puro amor, como lo mira a mi nene, me miró a mí toda la vida”, dijo Gabriela. La foto inspiró que otros usuarios compartieran las suyas.

Con información de Infobae

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