Hace 50 años, la historia de una niña poseída por un espíritu maligno causó un verdadero pandemónium que trascendió las salas de cine.

Dirigida por William «Bill» Friedkin -y basada en la novela homónima de William Peter Blatty-, «El exorcista» se convirtió en un verdadero fenómeno cultural.

Desde que se estrenó el 26 de diciembre de 1973, millones hicieron colas para verla, fue prohibida en varios países y se reportó que no pocos espectadores que se desmayaban o vomitaban de miedo.

Un artículo del New York Times reseñó que los revendedores ofrecían entradas por US$50, y que un guardia de seguridad recibía ofertas de US$110 (unos US$768 en dinero de hoy) de gente que le pedía pasarse al frente de la fila.

Mark Kermode, reconocido crítico de cine británico, realizó hace 25 años para la BBC un documental titulado «Temor de Dios» en el que desmenuza el film en conversaciones con Blatty, Friedkin, los actores y otras personas que fueron clave en cada uno de los 121 minutos que dura la producción.

“Hicieron algo intangible, algo que, citando el propio eslogan de la película, va más allá de la comprensión”, afirma Kermode, fan reconocido de la película.

Es BBC Mundo basándose en su opinión y en las entrevistas que hizo que recopilaron 5 razones que han hecho de «El exorcista» una de las obras maestras indiscutibles de la historia del cine.

1. Pudo pasar en la casa de tu vecino (o en la tuya)

Como el libro, la película se basa en la historia de Regan, una niña cercana a la adolescencia que vive en una casa tradicional en Washington DC, que es poseída por un demonio y logra ser salvada por curas católicos.

“Queríamos hacer un film de miedo, pero yo no tenía ni idea que iba a ser tan bueno o tan aterrador”, cuenta en el documental Ellen Burstyn, quien interpretó a Chris MacNeil, madre de la niña.

Un factor que aseguran influyó en que la cinta generara y siga generando esa potente respuesta emocional fue que la protagonista no era un monstruo o un personaje de ciencia ficción, y la historia no transcurría en Transilvania, como Drácula, sino en el corazón de la capital estadounidense.

“No es una película de vampiros o extraterrestres; es de gente que vive en tu calle” -explicó el director Friedkin-, “una calle que existe, en una ciudad que existe, en el que personas reales viven en una casa, en la que arriba, en el tercer piso, hay una pequeña niña, que está poseída por un demonio”.

Para el sacerdote William O’Malley, que interpretó al padre Dyer en el film, “el efecto fue realmente abrumador, porque no se trataba simplemente de ‘La Profecía’ o ‘El bebé de Rosemary‘, sino que tuvo un impacto religioso”.

El hecho de que la película surgiera en una sociedad en la que la fe estaba siendo cuestionada por una generación de jóvenes que se rebelaban contra lo establecido -políticos, guerras, religión, capitalismo- también pudo haber influido.

Por eso no fue extraño que la idea de una persona joven poseída por fuerzas oscuras resonara también en adultos que veían como sus propios hijos se transformaban en extraterrestres para ellos.

“Para algunos fue la mayor publicidad de catolicismo que el mundo había visto; para otros, en cambio, fue una monstruosidad que llevaba en su celuloide la marca del diablo”, comentó el crítico de cine Mark Ermonde.

2. La transformación de Regan

El éxito de la película y de la trama gira en torno a la figura de Regan, la adorable niña de 12 años que interpreta Linda Blair.

Su paulatina transformación de una niña inocente y puritana en el más cruento demonio es considerada fascinante y al mismo tiempo escalofriante.

Verla cambiar y escuchar su voz y sus chillidos es impactante.

Por una parte, estaba su imagen, la desfiguración de su rostro, que fueron obra del maquillador Dick Smith, y por otra, la actuación de Blair, quien fue escogida entre cientos de niñas en Nueva York.

Linda mostró mucha madurez -y humor- para enfrentar el papel.

“Mi religión es cristiana y nunca habíamos discutido del diablo, por lo que para mí se trataba simplemente de un personaje ficticio, no era real”, indicó la actriz.

3. Los efectos especiales

Las descritas anteriormente son solo dos de las muchas escenas inolvidables que contiene «El exorcista».

“Diseñé de la película de modo que habría escenas resplandecientemente brillantes y luego otras oscuras en el ático y el cuarto del exorcismo. Toda la película fue literalmente una alternancia entre las fuerzas de la oscuridad y de la luz”, explicó Friedkin.

Un gran ejemplo de lo anterior es la llegada del padre Merrin a la calle Prospect en una noche con neblina, con la luz del cuarto de Regan desprendiendo un haz luminoso.

“El haz de luz lo es todo, le añade una cualidad etérea”, dice Owen Roizman, el camarógrafo que ideó la toma junto a Friedkin.

Pero también se vieron camas volando, cuartos temblando, muebles moviéndose y a Regan suspendida en el aire o siendo sacudida de forma inhumana.

Hoy parecen cosas normales, pero en esos años los efectos especiales eran bastante artesanales.

“Queríamos que las cosas que pasaban fueran de lo más creíbles posible, y tenían que crearlas en el set, por lo que fue un caso de ensayo y error”, recordó Friedkin.

Igualmente memorable es la escena final.

La empinada escalera de 75 escalones en la que muere el padre Karras, luego de lanzarse por la ventana tras liberar a Regan del demonio, se ha convertido en un sitio de peregrinación para los seguidores de la cinta.

Hay otra parte emblemática y muy comentada que curiosamente ni siquiera apareció en la versión original de 1973.

Se conoce como “la escena de la araña” y en ella Regan baja las escaleras de la casa de espaldas al suelo caminando con sus brazos y pies.

Es aterrador.

Friedkin reconoció que fue cortada, porque no logró insertarla armoniosamente en la narración.

Sin embargo, sí fue incluida en un reestreno que hubo en el año 2000.

4. Una voz intersexual y la invención de un mexicano

De las 10 nominaciones a los premios Oscar que recibió en 1974, «El exorcista» recibió dos estatuillas a mejor guión adaptado y a mejor sonido.

Friedkin explicó que lo que buscó fue crear un sonido con “una dinámica que oscilaba entre ruidos muy fuertes y opresivos y un silencio total”.

Para ello sometió a cada uno de los elementos sonoros a un minucioso proceso de selección, incluyendo la peculiar voz del demonio que poseyó a Regan.

Primero se intentó modificar la voz de la propia Linda Blair, pero después de 150 horas de pruebas, el exigente director consideró que no era lo suficientemente buena.

“Traté de explicarle a los encargados que el demonio no debería ser de ninguna manera una voz de hombre, que debía ser un tipo de voz neutral, ni masculina ni femenina, pero con características de ambos”, dijo.

El nombre de Mercedes McCambridge fue el que se le vino a la mente.

“Las cosas más curiosas podían pasar por su garganta, sonidos dobles y triples surgían al unísono, sonidos sibilantes, muy parecido a como uno se podría imaginar que sonaría una persona habitada por varios demonios”, comentó Friedkin.

Hubo ocasiones en que a la voz se le agregó efectos de sonidos de animales, de objetos y otros ruidos.

Pero la pista final, que tomó 16 semanas, sólo se pudo completar gracias al aporte de un sonidista mexicano.

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