Tejer, dedicarse a la jardinería, bordar con esmero, cocinar con pasión o moldear la cerámica con las manos son mucho más que simples pasatiempos. Estas actividades, a menudo consideradas relajantes, emergen como poderosas herramientas para el cuidado integral de la mente y el cerebro, trascendiendo las barreras de la edad y demostrando sus beneficios para personas de todas las generaciones.

Lejos de ser meras «cosas de abuelas», estas prácticas creativas y manuales no conocen límites etarios. La clave reside en su capacidad para generar relajación, fomentar una conexión tangible con lo manual y despertar la chispa de la creatividad inherente a cada individuo. Cualquier actividad que cumpla con estos criterios puede convertirse en un valioso aliado para el bienestar mental, sin importar si se trata de un joven explorando nuevas aficiones o de un adulto mayor disfrutando de una actividad reconfortante.
La ciencia respalda estos beneficios intuitivos. Investigaciones publicadas en prestigiosas revistas como Nature Medicine y el Journal of Epidemiology han establecido un vínculo significativo entre la práctica regular de un pasatiempo y un menor riesgo de desarrollar depresión. Asimismo, estos estudios revelan una mejor percepción de la salud general y un aumento en la satisfacción vital. Aún más alentador es el hallazgo de que mantener estas actividades a lo largo del tiempo se asocia con un menor riesgo de deterioro cognitivo, sugiriendo un efecto protector para la salud cerebral.
La psiquiatra Tiffany C. Ho, de la Universidad de California, ofrece una perspectiva experta sobre los mecanismos detrás de estos beneficios.
Explica que la naturaleza repetitiva y a la vez creativa de estas prácticas tiene un efecto calmante directo sobre el sistema nervioso. Esta acción contribuye a la reducción del estrés y a una mejora significativa del bienestar emocional, en parte gracias a un efecto similar al que se experimenta durante la meditación, permitiendo un estado de concentración y tranquilidad mental.







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