Una investigación reciente llevada a cabo por la Universidad de Bond en Australia ha arrojado luz sobre una inquietante similitud entre la cúpula empresarial y la población carcelaria. Los hallazgos del estudio revelan que aproximadamente uno de cada cinco altos ejecutivos exhibe rasgos psicopáticos significativos. Esta proporción, sorprendentemente, se equipara a la observada entre individuos encarcelados, planteando interrogantes sobre la naturaleza del liderazgo y sus posibles implicaciones.

Si bien estos ejecutivos que puntúan alto en rasgos psicopáticos no necesariamente incurren en actividades delictivas, el estudio destaca la presencia de características como la manipulación, una marcada falta de empatía hacia los demás, una ambición desmedida y una notable frialdad emocional. Estas cualidades, aunque a veces percibidas como atributos de un líder fuerte y decisivo en ciertos contextos empresariales, encierran el potencial de cultivar entornos laborales perjudiciales y de impactar negativamente la moral y el rendimiento de los equipos de trabajo.
Los investigadores señalan que la aceptación social de ciertos rasgos asociados a la psicopatía en el mundo de los negocios podría, paradójicamente, facilitar el ascenso de individuos con estas tendencias a puestos de considerable poder e influencia. Sin embargo, advierten que esta dinámica también introduce riesgos significativos en el plano ético y humano dentro de las organizaciones. La falta de consideración por los sentimientos ajenos y la inclinación a la manipulación pueden erosionar la confianza y fomentar un clima de trabajo hostil.







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