El azúcar, ese dulce omnipresente en nuestra dieta, podría tener un lado oscuro mucho más allá de las calorías. Investigaciones neurocientíficas emergentes sugieren que el consumo excesivo y crónico no solo activa los centros de recompensa en el cerebro, generando sensaciones de bienestar, sino que también puede inducir cambios neuronales comparables a los observados en los trastornos por consumo de sustancias. Esta revelación plantea la inquietante pregunta de si el azúcar es realmente adictivo.

«Estos cambios son similares a los que se observan en los trastornos por consumo de sustancias y pueden contribuir al ciclo de ansiedad y consumo excesivo», afirma Nicole Avena, especialista en adicción a la comida del hospital Mount Sinai Morningside de Nueva York. 

Sus declaraciones, respaldadas por estudios en revistas como Current Opinion in Clinical Nutrition and Metabolic Care, apuntan a que el azúcar podría reconfigurar las vías neuronales, perpetuando un ciclo de búsqueda y consumo que dificulta la moderación.

La hipótesis de la adicción al azúcar se refuerza con la evidencia de que su consumo puede desencadenar la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa cerebral. Sin embargo, el consumo sostenido podría llevar a una desregulación de este sistema, disminuyendo la sensibilidad a la dopamina y requiriendo mayores cantidades de azúcar para lograr el mismo efecto placentero, un fenómeno característico de las adicciones. Investigaciones en modelos animales, revisadas en Neuroscience & Biobehavioral Reviews, han observado que la interrupción del consumo de azúcar puede provocar síntomas de abstinencia, incluyendo ansiedad y comportamientos de búsqueda, lo que añade peso a la idea de que el azúcar puede inducir dependencia.

Independientemente de su potencial adictivo, el consenso médico es claro: el consumo excesivo de azúcar es perjudicial para la salud. Organizaciones como la Asociación Americana del Corazón establecen un límite de seis cucharaditas diarias para mujeres y nueve para hombres. Superar estas cantidades regularmente se relaciona con problemas como caries dentales, fatiga constante, diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares. La evidencia científica, respaldada por la Organización Mundial de la Salud, subraya la necesidad de moderar el consumo para salvaguardar la salud a largo plazo.

En definitiva, la creciente comprensión de cómo el azúcar impacta el cerebro añade otra capa de complejidad y urgencia a este desafío de salud pública. Más allá del placer momentáneo, el azúcar podría estar reconfigurando nuestras mentes y cuerpos de maneras que apenas empezamos a comprender, invitando a una reflexión profunda sobre nuestros hábitos de consumo y la forma en que el «dulce» afecta nuestra salud integral.

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