La periodista Eva Webster de la BBC sacó a la luz el pasado 27 de mayo el desgarrador caso de Meg Caldwell, una joven de 29 años originaria de Florida, Estados Unidos, quien falleció a causa de una supuesta sobredosis de óxido nitroso, popularmente conocido como «gas de la risa». Caldwell consumía esta sustancia de manera recreativa desde sus años universitarios, un hábito que se extendió por ocho años y que la llevó a gastar cientos de dólares para adquirirla.

Según el reportaje, Meg Caldwell comenzó a usar el óxido nitroso durante su etapa universitaria. Con el tiempo, su consumo se intensificó, especialmente durante la pandemia, según relató su hermana, Kathleen Dial, a la BBC. La joven adquiría los vaporizadores y cartuchos de óxido nitroso en tabaquerías locales en Estados Unidos, creyendo erróneamente, según su hermana, que al ser un producto de venta legal en dichos establecimientos, su consumo no le acarrearía daños severos.

Previo a su trágico deceso, ocurrido en noviembre del año pasado en el estacionamiento de una de las tiendas donde solía comprar el gas, Caldwell había presentado graves problemas de salud. Entre los síntomas alarmantes se encontraban el entumecimiento de sus piernas, que incluso la llevó a perder temporalmente la movilidad, e incontinencia. A pesar de estas claras señales de deterioro físico, la adicción la impulsó a seguir comprando y consumiendo la sustancia.

El caso de Meg Caldwell, quien fue descrita por su hermana como «la luz de nuestras vidas», ha puesto de relieve la creciente preocupación por el abuso recreativo del óxido nitroso y sus fatales consecuencias. La familia de Caldwell ha iniciado una demanda colectiva con la esperanza de que se regule la venta de estos productos y se eviten futuras tragedias.

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