A los 88 años, Joan Alexander ha cerrado un capítulo que permaneció abierto por más de seis décadas, al recibir finalmente su título de Licenciada en Ciencias de la Educación de la Universidad de Maine. Este logro representa la culminación de un sueño que le fue arrebatado en 1959, cuando las normativas de la época le impidieron completar sus prácticas docentes, un requisito indispensable para graduarse, por el simple hecho de estar embarazada de la primera de sus cuatro hijas. La historia de Alexander es un poderoso testimonio de perseverancia y un reflejo de cómo han cambiado las oportunidades para las mujeres en el ámbito académico y profesional.


Originalmente, Joan había completado toda la carga académica necesaria para obtener su título. Sin embargo, su camino hacia la docencia fue abruptamente interrumpido por una política discriminatoria que la excluyó de las prácticas profesionales. A pesar de este revés, su vocación por la enseñanza no disminuyó. Durante la década de los 80, trabajó a tiempo completo como asistente en un programa preescolar, una experiencia que, décadas más tarde, sería clave para que la universidad reconociera su aptitud y le otorgara el título que merecía.
La reparación de esta injusticia histórica fue posible gracias a la iniciativa de Tracy, una de las hijas de Joan. A principios de este año, se puso en contacto con la Universidad de Maine para exponer el caso de su madre. La institución, al revisar los antecedentes, no solo se mostró receptiva, sino que actuó con celeridad. Funcionarios de la universidad, incluyendo a Justin Dimmel, decano asociado de la Facultad de Educación y Desarrollo Humano, llegaron al consenso de que su experiencia laboral compensaba con creces el requisito de las prácticas no realizadas, convirtiéndola probablemente en «la graduada de mayor edad en la historia de la escuela».
Al recibir su diploma, Joan Alexander expresó la profunda significación de este acto. «No me di cuenta de que significaría tanto para mí, pero ahora siento que un agujero en mi corazón ha sido sanado», confesó la recién graduada. Para ella, quien vio cómo su esposo y sus cuatro hijas obtenían sus propios títulos universitarios, este logro personal era una asignatura pendiente y un tributo a sus padres, que no tuvieron la misma oportunidad. Su historia no solo representa un cierre personal, sino que también deja un legado inspirador sobre la importancia de la resiliencia y la lucha por la igualdad de derechos.







Deja una respuesta