La salud de nuestro cabello está intrínsecamente ligada a lo que comemos, un hecho que a menudo se pasa por alto. Expertos en nutrición y dermatología coinciden en que una dieta deficiente no solo afecta al bienestar general, sino que también tiene un impacto directo en el sistema capilar. Alimentos ricos en nutrientes son el combustible para un cabello fuerte y sano, mientras que la falta de ellos puede llevar a problemas como la caída, el crecimiento lento y la fragilidad, como lo señalan estudios de la American Academy of Dermatology. Una alimentación balanceada es clave para mantener el equilibrio hormonal y la producción de sebo, pilares fundamentales para un cuero cabelludo saludable.

Uno de los principales agresores para la salud capilar es el consumo excesivo de azúcar refinada. Este ingrediente, presente en muchos productos cotidianos, puede alterar el balance hormonal y fomentar la inflamación en el cuerpo, lo que se traduce en una caída del cabello más notoria o en un crecimiento deficiente. Además, altos niveles de glucosa en la sangre perjudican la circulación, impidiendo que los folículos capilares reciban los nutrientes esenciales para su correcto funcionamiento, un fenómeno respaldado por investigaciones publicadas en la revista Clinical, Cosmetic and Investigational Dermatology. Este efecto es un factor determinante en la debilidad y pérdida de las hebras capilares.

Pero el azúcar no es el único villano. Los alimentos ultraprocesados, cargados de grasas trans, sodio y conservadores, también desempeñan un papel negativo. Estos componentes pueden afectar la producción de colágeno, una proteína vital para la elasticidad y fortaleza del cabello, y generar un desequilibrio en la hidratación del cuero cabelludo, provocando resequedad en las puntas y un exceso de grasa en la raíz. Las bebidas procesadas, por su parte, al combinar azúcares refinados con aditivos químicos, tienen un efecto deshidratante que deja el cabello quebradizo, opaco y sin vida.

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