Un reciente informe de National Geographic resalta el creciente consenso científico sobre los beneficios de aprender a tocar un instrumento musical durante la edad adulta como una estrategia potente para contrarrestar el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento. Esta práctica no solo enriquece el espíritu, sino que fortalece activamente la salud cerebral.

A partir de los 40 años, el cerebro humano inicia un proceso natural de atrofia, perdiendo aproximadamente un 5% de su volumen por década, un ritmo que tiende a acelerarse después de los 67 años. Este encogimiento afecta de manera particular a regiones críticas como la corteza prefrontal y el hipocampo. Estas áreas son fundamentales para funciones ejecutivas como la resolución de problemas, la planificación, la memoria a corto y largo plazo, y la orientación espacial, habilidades cuya disminución impacta directamente en la independencia y calidad de vida de las personas.
La base neurológica de esta disminución en la agudeza mental es multifactorial. Incluye la pérdida de neuronas, una reducción en la cantidad y eficiencia de las sinapsis (las conexiones entre células nerviosas) y una menor producción de neurotransmisores clave como la dopamina y la serotonina, que regulan el estado de ánimo, la motivación y diversas funciones cognitivas. Si bien una pérdida de memoria leve puede ser una parte común del envejecimiento, un declive más pronunciado puede ser indicativo de un deterioro cognitivo más serio.
Aprender una habilidad compleja y novedosa como tocar un instrumento musical es un ejercicio de neuroplasticidad por excelencia. Según la científica cognitiva Maya Shankar, citada en el informe, «aprender algo nuevo literalmente genera nuevas neuronas y rutas neuronales». Este proceso fortalece lo que los expertos denominan la «reserva cognitiva», una especie de andamiaje mental que permite al cerebro compensar los fallos en áreas específicas y mantener su funcionalidad a pesar de los cambios relacionados con la edad.






