Resumir la vida de una persona de 98 años es muy difícil, pero cuando se trata de la vida de Augusto Hernández la cosa se vuelve mucho más complicada, pues hablamos de casi un siglo de maravillosas experiencias e historias.


Para muchos es Don Augusto, aunque a él eso de “Don” le parece de viejos, para otros es simplemente Augusto, un hombre nacido en Puerto Cabello que la vida llevó a Caracas y posteriormente a Anzoátegui, donde desarrolló la mayor parte de su carrera profesional.


Augusto trabajaba como zapatero muy cerca de la sede del diario El Nacional en Caracas, luego pasó a encargarse de la portería de ese edificio y allí, con ese carácter afable y simpático que siempre lo ha caracterizado, pasó a aprender fotografía y a hacer las guardias de fin de semana. Pero su espíritu inquieto y sus ganas de aprender no se conformaron y tras mucho esfuerzo terminó estudiando periodismo en la Universidad Central de Venezuela.


Fueron la cámara y esa pasión por capturar en imágenes lo que sucedía a su alrededor, lo que lo hizo llegar a la corresponsalía de El Nacional en el estado Anzoátegui, donde echó raíces y formó una familia junto a su querida esposa Lulú.
De allí en más son miles las fotografías que forman parte del archivo de Augusto Hernández, en el que se inmortalizan importantes momentos de la historia de la región oriental y del país. La inundación de Barcelona cuando se desbordó el río Neverí, alzamientos militares, tragedias aéreas, explosiones petroleras, terremotos y otros acontecimientos han sido capturados por su lente.
Ganó el Premio Nacional de Fotografía en el año 1972 y ha recibido innumerables premios y reconocimientos regionales y municipales, pero nada es suficiente para reconocer su labor, no solo por plasmar las noticias en imágenes, sino por su enseñanza a generaciones de profesionales de la comunicación.
Augusto es un ejemplo de resiliencia a través de su vida. Ha visto y vivido importantes cambios políticos, económicos y sociales, y ha transitado por ellos inmerso en el trabajo de comunicar y dejar evidencia tangible en fotografías que, ojalá, logremos rescatar y conservar.
Su capacidad para adaptarse sin amilanarse, lo hizo pasar de la cámara de película y revelado en laboratorio, a los sofisticados equipos digitales. Cuando ese cambio de era tocó su vida, ya Augusto tenía tal vez más de 70 años, y su imagen junto a sus colegas más jóvenes que le explicaban cómo utilizar las nuevas cámaras, era el retrato de una mente y un corazón atemporal, lleno de energía vital.


Hoy Augusto Hernández cumple 98 años, su mente pasa por momentos nublados, aunque sube las escaleras de su casa de siempre con la energía de ese muchacho de Puerto Cabello, que un día fue a buscar sueños, y convertirse en un referente de la fotografía, que se ha ganado el respeto, admiración y cariño de quienes le conocen.

Nuestro deseo para él es que la salud y la alegría lo acompañen, como él ha sabido acompañarnos con sus fotos y buenos momentos compartidos.

Escrito por: Elgica Semprún

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