En Anzoátegui, María Alejandra Torres (@soymariatorres), creció con un balón bajo el brazo. Desde niña, el deporte fue su refugio, y aunque una lesión a los 15 años pudo haber apagado esa pasión, transformó una derrota en algo mayor. Por ese proceso tomó la decisión de ser árbitro, una manera de seguir en el deporte que tanto amaba para disfrutarlo sin miedo y a la vez hacerse un espacio como modelo.




Todo empezó en el colegio, jugando fútbol sala. A los 12 años entró a la Fundación Fernando Peñalver, una escuela local que la vio crecer hasta los 17. “No llegué a torneos nacionales, pero cada partido era una batalla personal”, recordó. Lo que la impulsaba no era solo marcar goles, sino esa adrenalina de correr, de desahogarse. El fútbol era su terapia para los problemas del día a día. Su meta: llegar al profesionalismo. Hasta que un mal golpe en la cadera la dejó fuera ocho meses. “Fue un trago amargo. Volver a jugar me daba miedo”, confesó.
Ese parón fue el giro. Su profesor de entonces empezó a hablarles de arbitraje. “Lo vi como algo profesional, una forma de quedarme en el deporte que amo sin riesgo”. Se capacitó, estudió las reglas y entró al campo con silbato en mano. Hoy, valora cada partido como único. Pero uno destaca: la final del Torneo Indígena Femenino 2024, la primera edición para mujeres. “El público, las jugadoras, los dialectos… fue impresionante”. Allí, en medio de la diversidad, ejerció su autoridad con audacia. “Ser árbitro me ha hecho valorar este rol como mujer en un mundo que era de hombres. Hemos demostrado que podemos”.
Y no solo pita. María es modelo, (@soymariatorres) “Significa mucho que me vean como referencia. He roto paradigmas saliendo del molde”. Su consejo para otras chicas: “Muéstrense orgánicas, transparentes. La disciplina y el compromiso son mi estilo de vida. Si te determinas, avanzas”.
Mira al futuro con ambición: “Me visualizo dirigiendo en Europa y modelando en plataformas nacionales o internacionales”. Para ella, Anzoátegui es un ejemplo vivo de evolución femenina. “Fomenta el deporte, hay conferencias con mujeres que inspiran y actividades motivacionales. Compartir historias es clave”. María Alejandra no dejó el fútbol; se adaptó. De jugadora lesionada a árbitro empoderada y modelo auténtica, su historia dice que los tropiezos son solo cambios de dirección.
Pablo Fuentes | Pasante USM






