Este 8 de diciembre, en comunión con la Iglesia universal, la comunidad margariteña celebró con júbilo la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, recordando el dogma de fe que preserva a María libre de pecado desde su existencia. Sin embargo, para los devotos en la isla, esta fecha cobra un significado doblemente especial, marcando el emotivo cierre de las festividades marianas con la tradicional subida de Nuestra Señora del Valle a su camarín principal, ubicado en el ábside de la Basílica Menor.

El acto litúrgico, cargado de un profundo simbolismo espiritual, representa mucho más que una ceremonia de traslado; es la expresión viva del amor filial de un pueblo que reconoce en la «Vallita» a su protectora y guía. Al retornar a su sitial de honor, ese lugar alto y luminoso dentro del templo, se reafirma simbólicamente el espacio privilegiado que la Virgen ocupa en el corazón de sus hijos, desde donde continúa escuchando súplicas y derramando gracias sobre quienes acuden a su amparo.

La jornada concluyó como un renovado llamado a la esperanza y a la unidad de la comunidad bajo el ejemplo de la Madre de Dios. Esta subida fortalece la identidad de fe del pueblo oriental, recordándoles que, aunque la imagen física retorne a su nicho, la presencia espiritual de la Virgen camina constantemente con ellos, inspirándolos a seguir a Cristo con la misma pureza y docilidad que ella demostró ante la voluntad divina.

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